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Sin título

Por Miguel Ángel Vicente
miércoles 12 de agosto de 2020, 03:38h

Aunque, a decir verdad y en realidad, existe superávit de ofertas para titular el presente artículo: “El Rey de España firma su sentencia de muerte, (política, se entiende)”, “Don Felipe VI desahucia a su padre Juan Carlos”, “El Rey Felipe renuncia a la Jefatura el Estado”, “Don Juan Carlos I exiliado, como su padre, su abuelo y su bisabuelo”, “El rey desnudo”, “Don Felipe se deja mojar la oreja por el Gobierno Frankenstein”, “Don Felipe se queda en primera línea del frente sin parapeto alguno”, “Tras el exilio de su padre, al rey Felipe VI le quedan dos telediarios”, etc,. etc.

Tal como cuentan que se desarrollaron los hechos, Don Felipe VI fue arrinconado en el Palacio de la Zarzuela, por dos ejecutores, dos verdugos de cuidado, nada más y nada menos que por la Vicepresidenta Primera del Gobierno Progresista de España, Doña Carmen (a) Calva Poyata (en honor a su incansable labor en pro de la feminización del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española) y el “hado” de La Moncloa, Iván Redondo, ante los cuales nuestro, aún hoy Rey de España, Felipe VI, capituló y bajó los brazos, entregándole al Gobierno Progresista de España, liderado por su Presidente, el Pseudo-Doctor-Sánchez, alias “Pinochón” (un Falcon para él y su señora y otro para su nariz) y su alter ego, aun cuando ocupa la Vicepresidencia Tercera, Pablito Iglesias, alias “El Jorobado de Notre Dame Español” o “El coletas” y, ahora también, “El moñas”, en su juego de Dr. Jekill y Mr. Hyde, o sea, en su papel de poli bueno y poli malo, pero que no engañan a nadie que no se quiera dejar engañar, entregándole decíamos, la cabeza de Don Juan Carlos I en una bandeja de plata, a modo en que Herodes Antipas entregó a la hija de Herodías, Salomé,la cabeza de San Juan Bautista, y precipitando la salida del Monarca Emérito de España, precipitada y ocultamente, a la manera como se fuga un ladrón o un malhechor cualquiera, con objeto, dicen, de poner un dique o un muro de contención ante el actual Monarca Español, Don Felipe VI, el cual, tras este bochornoso espectáculo, tiene las horas contadas en la Zarzuela, de la que más temprano que tarde, acabará siendo igual que su padre, desalojado por este Gobierno Progresista de España, que, a la chita callando y cada vez con más desparpajo y desvergüenza, corre veloz hacia la meta de un cambio radical en el Régimen político de este país, aún hoy, a duras penas, llamado España, que junto con la crisis económica, la van a dejar como un desierto, lleno de cadáveres a merced de las aves carroñeras que acabarán con los últimos vestigios de un país, de una España, en cuyo Imperio, en tiempos de Felipe II, se decía que no se ponía el sol, y hoy sumergida en las sombras de Sauron y a expensas de los depredadores mas avariciosos, esperpénticos, pervertidos y traidores, caminando, con paso firma hacia la III República, que no será sino la instauración de una Democracia bananera, tipo de la de Venezuela de Nicolás Maduro o de la de Bolivia de Evo Morales, y en la que el pueblo, la ciudadanía, los españoles, se verán inmersos en un estado caótico de miseria, pobreza y ruina, malviviendo por un plato de lentejas, o por unas lentejas sin plato siquiera, a comer directamente del cuenco puesto en el suelo, tal como se alimentan los cerdos. Mas, parece que hay un gran porcentaje de la población que está conforme con convertirse en miembros de una piara de tal calibre.

En este sentido cabe analizar la personalidad de nuestro, aún, yo diría que, también, a duras penas, Rey de España, Felipe VI, que ha permitido llegar a este trance. Recordemos, aún reinando Don Juan Carlos I, el apartamiento, como miembros de la familia real, de Urdangarín y la infanta Cristina, por el caso Noos (que todo apunta a que era conocido y pergeñado desde la propia Casa Real, pues los asesores y consejeros de esta pareja eran los mismos asesores y consejeros que los de la Zarzuela, sin dejar de lado, si no queremos que nos tilden de tontos del culo, cuántas veces, en la sobremesa palatina saldrían a colación las andanzas de Urdanga, su esposa y su socio Torres …). Y para poner tierra por medio, al propio Felipe VI, no le tembló la mano, para desposeer del título de Marqueses de Palma, a su hermana y a su cuñado. Y siguiendo con esa estela de querer huir de la quema, nos hayamos, recientemente, con la decisión de Don Felipe, a la vista de las andanzas de su emérito padre con Corinna, de retirarle al mismo su asignación vía Casa Real, ascendente a casi 200.000 euros anuales, y aquí, que me perdone Don Felipe y sus palmeros, que el Rey no ha trascendido con la ejemplaridad que dice querer pregonar de su áurea persona, pues el montante, después de descontado un pequeño pico que ya había recibido Don Juan Carlos, se lo quedó Don Felipe, con cargo a la partida de “imprevistos”, cuando por ley debiera haberlos devuelto a la Hacienda Estatal que es de la que derivan los presupuestos y asignaciones para la Familia Real o la Zarzuela; aquí Don Felipe, le vuelvo a pedir perdón, no ha estado a la altura de las circunstancias, y se le ha visto el plumero de que no actúa en defensa y decoro de la monarquía, sino que también le gustan los cuartos (ese dinero público, que no es de nadie, según la antes nombrada Vice-Primera del Gobierno Progresista de España, Carmen (a) Calva Poyata (en honor a su desvelo, inquietud y preocupación, por feminizar el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española); y por si fuera poco, en ese afán de escapar de los escándalos personales de la Familia Real, esa triste, falaz, mendaz y engañosa artimaña de propalar a todos los vientos mediáticos la renuncia a la Herencia de su Padre Don Juan Carlos I, el 15 de Marzo del corriente año, día que comunicó que había renunciado a cualquier herencia de su padre que no estuviese “en consonancia con la legalidad”, mentira flagrante, pues, por un lado, nadie puede renunciar, ni aceptar, la herencia de una persona viva (art. 991 del Código Civil: “Nadie podrá aceptar ni repudiar sin estar cierto de la muerte de la persona a quien haya de heredar y de su derecho a la herencia”), e ítem más, por otra, la aceptación o renuncia a una herencia no puede hacerse en parte, o sea, no puede ser parcial, coger lo que me interesa y lo que no, no (art. 990 del Código Civil: “La aceptación o repudiación de la herencia no podrá hacerse en parte, a plazo, ni condicionalmente”) por lo que causa extrañeza que los asesores y consejeros de la Casa Real no hayan tenido la decencia de pararle los pies, en este punto, al Monarca reinante, confundiendo y extendiendo estiércol sobre la cabeza de los ciudadanos españoles, algunos de los cuales, no somos tontos de solemnidad, no tragamos carros y carretas, ni ruedas de molino, ni cerramos filas a ciegas o locas sobre una personalidad que, por su cargo y asunción del poder, debe ser extremadamente fino y escrupuloso en su quehacer diario y en pos de esa ejemplaridad tantas veces pregonada, pronunciada y defendida, tanto por el emérito rey, Don Juan Carlos, como por el rey vigente, Don Felipe, por lo que quedan en entredicho el deseo y pretensión de Don Felipe respecto de esos sacrificios en pos de España que confesó, siendo Príncipe de Asturias, en una entrevista en 1.986 a Luis-María Ansón: “mi lealtad en estos momentos consiste también en asumir con seriedad el papel que me corresponde como heredero de la corona, preparándome lo mejor posible para el futuro, aunque ello suponga en ocasiones grandes sacrificios, pero creo que por España ningún sacrificio es demasiado grande”, le faltó añadir siempre que esos sacrificios caigan sobre cabezas ajenas, tal como se ha visto, pues todo huele a defensa a ultranza del privilegio de seguir ostentando la Jefatura del Estado, caiga quien caiga, pero ¡ojo!, ahí tenemos y por la puerta asoma y se oyen tambores de guerra dirigidos a derribar el Régimen Constitucional de la Transición recogido en la Constitución de 1.978, en el anhelo del Pseudo-Doctor-Sánchez, de ocupar esa Jefatura, vía Presidente de la III República, y de Pablito Iglesias, como Pimer Ministro de tal República, cabiendo añadir, como colofón a esta primera entrega, que las ínfulas están a la vista, pues aquel, para más recochineo está veraneando como hace dos años, en La Mareta (Lanzarote), residencia situada en la costa turística del municipio de Teguise, y que fue mandada construir por el rey Hussein de Jordania a finales de los años 70 y cedida por éste al Rey Juan Carlos I, quien a su vez la cedió a Patrimonio Nacional, y luego a Doñana, que todo lo público, siguiendo con el argumento de la Vice-Primera Carmen (a) Calva Poyata (ya saben sus desvelos) no es de nadie y sí del primer mandamás que lo ocupa. Baste recordar a estos efectos, también, el veraneo del entonces Presidente del Gobierno de España, Felipe González, en el Azor del Generalísimo Don Francisco Franco Bahamode. Y es que a nadie le amarga un dulce, aunque hasta que podemos alcanzarlo y hacernos con él, maldigamos y anatemicemos a todo aquél que goza de ese dulce antes que uno mismo.

Claro, que poco favor, le hacen a la Corona y sus detentadores, artículos como el de Salvador Sostres, el miércoles 5 de Agosto del corriente año, en el Diario “ABC”, atribuyendo al Rey, para defenderlo, un áurea divina: “Los reyes, como los papas, no tienen que ver con los hombres si no con Dios… La Monarquía es un don, una encarnación divina; ni es democrática ni está sujeta a las leyes que los hombres nos hemos dado, ni queda a nuestro alcance comprender su última profundidad y significado. Un Rey no nos representa a nosotros sino a Dios. Su idioma es de la eternidad… Un Rey es el vínculo más atávico entre el hombre y Dios, el hilo retomado de la Creación de la Tierra, y es el deber de sus súbditos respetarlo, obedecerlo y custodiarlo hasta que Dios lo llame a su regazo… Los Reyes no tienen que dar ejemplo sino presencia, permanencia y asegurar la historia… Sus pecados los dirimirá con Dios, que es quien le dió dinastía y misión para que reinara sobre nosotros…” Bien pudiera calificarse este artículo como el quinto evangelio, según San Salvador, si es que éste no lo escribió en un momento de locura o de ebriedad. Nunca es tarde para alcanzar la Santidad. Aunque, así nos luce el pelo, con esta defensa enfermiza o ebria de la Corona. Amén.

MIGUEL-ÁNGEL VICENTE MARTINEZ

12 de Agosto de 2.020

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