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Desde mi cautiverio, con amor

Por Modesto Belinchón
martes 22 de abril de 2014, 23:00h
Modesto Belinchón
Modesto Belinchón

Querida Genove-va:

En estos momentos de soledad y nostalgia, quiero dedicarte estas palabras a ti, mi sede, el lugar donde reside mi alma, mi grupo, tú que me lo has dado todo y cuando no, al menos, me has permitido cogerlo. Tú me has enseñado a estafar, a blanquear, a gestionar cajas B, a digerir enormes comisiones ilícitas, y esas experiencias no las olvidaré nunca. Gracias a ti, me he enriquecido y durante más de 20 años, he tenido la enorme satisfacción de gestionar una financiación ilícita en mi Partido. Le has dado sentido a mi vida y contigo he aprendido lecciones inolvidables.

En estos momentos, quiero recordar a mis amigos y compañeros de viaje y experiencias: al registrador, al independiente astur, al señorito andaluz y a doña finiquito, ¡Ay! doña finiquito, ¡Qué recuerdos! Les he visto crecer, enriquecerse, mentir, engañar... ¡Qué momentos! Todavía recuerdo como si fuera ayer, aquellos maravillosos mítines pagados por la trama corrupta, en los que les hablábamos a los ciudadanos de honradez, confianza, responsabilidad... ¡Qué buenos recuerdos! Cómo engañábamos a aquellos pobres infelices, que iban buscando en nosotros una esperanza para mejorar sus vidas.

En fin, las vidas que siempre mejoraron fueron las nuestras, con la aportación necesaria de aquellos colaboradores tan entrañables. Nunca olvidaremos al ‘bigotes’, a Correa, ni a aquellos alcaldes que tan generosamente se entregaron a la causa. Y es que, en esta vida, al final lo que queda es eso, los amigos, aquellos con los que compartes un sobre y con los que puedes bromear sobre la facilidad de tener un billete de 500 ¿Hay algo que una mas que defraudar a un país?

Hace años, en nuestros barrios, sellábamos la amistad con pactos de sangre, aquella acción infantil de pincharnos un dedo y juntar nuestras sangres, como símbolo de unión perpetua, que al final resultaba frágil, ante los desmanes de la memoria. Nosotros lo hicimos bien, unir nuestras fortunas en una base indisoluble, compartiendo instrumentos financieros, que permanecieran en el tiempo. Algo que solamente podía romper la insensible acción de la justicia.

Aquí, en esta ágora del delito, en la que me encuentro, intento entrar en los recodos de mi memoria, y salir. Rememoro aquellos viajes a suiza, efímeros sí, pero tremendamente fructíferos para aquilatar algo que solamente nosotros podíamos compartir y disfrutar, ¿Por qué no? Esa sensación de sentirnos intocables, de comprar y vender voluntades de aquellos mas débiles, que solamente con una llamada se sentían dichosos, al pensar que eran uno de los nuestros. Pobres infelices, cómo les utilizábamos, sin llegar a percatarse que la nuestra era una pandilla muy exclusiva.

Hoy, ya viendo lejos aquellos días, solo me reconforta el privilegio de haber visto y repartido más billetes de 500 que nadie. El orgullo de haber recibido a los prohombres de negocios de este país, que hacían cola para entregarnos grandes cantidades de dinero, a cambio de enormes contratos en nuestros ayuntamientos y comunidades autónomas, lo que nos facilitó un gran presente y, aún sabiendo que condenábamos el futuro y la esperanza de mucha gente, nunca nos importó. Éramos intocables, y eso no tiene precio…

Queridos amigos, hacer esto en cada rincón de este país, en cada provincia, en cada región, debía ser digno de reconocimiento público y no de escarnio y persecución. Pero, a este país le mueve la envidia en lugar de la astucia. Así que es posible, aunque yo todavía lo dudo, que hoy paguemos algunos por tan ardua tarea, pero sé que mañana, lo podremos volver a hacer, porque este país, el gran valor que tiene, es que es fácil de engañar.

De vuestro, hasta ahora, amigo, El Cabrón

PD:. No os olvidaré, siempre y cuando vosotros no os olvidéis de mí.

Mucha fortuna

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